Los artistas y la gentrificación: cuando la periferia se convierte en centro
El a
primera vista carácter tranquilo y apacible de ciertos barrios de la
¿periferia? (ya ahondaremos en este concepto) esconde un movimiento ineludible
que lleva gestándose al menos los últimos tres años - podríamos extender el
período a la postpandemia de la COVID-19, cuando el mercado inmobiliario se
comenzó a acomodar luego de las mutaciones en hábitos de gran parte de la
población urbana: la atención puesta en barrios que antes no eran
necesariamente atractivos para un urbanita acostumbrado a estar cerca de todo en
el centro de la ciudad, y que aún conseguía ciertos metros cuadrados de espacio
por un valor mensual relativamente accesible.
Se trata del creciente fenómeno de la
gentrificación: cuando la periferia se convierte en centro. Este cambio de
paradigmas que hace agua la boca de inversionistas ávidos de cerrar un negocio
antes que nadie, para aprovechar al máximo la potencialidad de una zona ha
encontrado una pequeña resistencia en forma de sujetos que suelen realizar
instalaciones, acciones y colaboraciones con otros como ellos: los artistas.
Pintores, escultores, diseñadores, freelancers creativos, emprendedores,
gestores culturales y muralistas. Sobre todo, muralistas. Los anteriormente
monocromáticos muros (que vamos, no nos engañemos, no hace falta salir
demasiado de Madrid para notar que la funcionalidad prima sobre estética por
los Ayuntamientos cuando una zona no está en el ojo del huracán del turismo), y
clásicos escaparates de toda la vida han visto cómo poco a poco aparecen
grandes murales coloridos, tags de grafiti nunca antes vistos, y vitrinas con
nuevas leyendas. El barrio se ha llenado de artistas. Y eso generará una cadena
de reacciones que suscitarán opiniones encontradas.
A nivel
personal, estoy de un lado claro de la ecuación y por eso siempre me interesa
escuchar lo que tienen para decir todos los protagonistas: quienes viven desde
antes en un vecindario que se populariza, quienes llegan nuevos luego de
haberlo elegido para llamarlo hogar, y quienes son los poseedores primarios de
esos terrenos: los “pequeños propietarios” a los que en el pasado mes de
septiembre la ministra de Vivienda, Isabel Rodríguez, pidió “solidaridad para
que no suban el precio del alquiler".
Arrendar naves
diáfanas donde lucir obras de gran tamaño con comodidad, poder acondicionar una
sala para una sesión de fotos con facilidad y crear experiencias sin
preocuparse por el espacio es una preocupación global: Brooklyn en Nueva York,
Hackney en Londres, l'Hospitalet de Llobregat en Barcelona, Carabanchel y Usera
en Madrid.
El término gentrificación fue introducido en los años 60 por
la socióloga londinense Ruth Glass. Ella describió como uno a uno, muchos de
los barrios de clase trabajadora de una ciudad como Londres habían sido
”invadidos” por las clases medias, altas y bajas, sus viviendas modestas que
ocupadas cuando sus contratos de arrendamiento expiraban para luego ser convertidas
en residencias elegantes y caras. Una vez que este proceso de
"gentrificación" comenzaba en un distrito similar, continuaba
rápidamente hasta que todos o la mayoría de los ocupantes originales de clase
trabajadora eran desplazados y todo el carácter social del distrito cambiaba.
La palabra gentrificación tiene sus raíces en la palabra
inglesa “gentry”, (“gente de cuna gentil o noble”). Con el paso del tiempo,
otros actores sociales la han intentado definir como un “proceso de mejora de
un vecindario” (de repente hay nueva gente mudándose, nuevos mercados, mayor
demanda de vivienda y servicios en ese lugar). Hay quienes también lo llaman “revitalización”.
Las etapas de la gentrificación se pueden agrupar de la siguiente manera: en la
etapa número uno los residentes individuales de clase media baja arreglan el barrio
y lo vuelven atractivo. En una segunda etapa, disminuyen las plazas de vivienda
disponibles, entra al juego la clase media y comienza el desplazamiento hacia
esas zonas, ahora con mayor competencia por hallar una vivienda libre. En la
tercera etapa aparecen los intereses públicos y privados, quienes comienzan a invertir
en la zona y se la apuntan en sus proyectos a corto y mediano plazo. En la
cuarta etapa, ya no se trata de las viviendas, el foco está solo en el rédito
económico que puede generar la zona; se especula financieramente y se intenta reconvertir
o demoler las viviendas anteriores para crear nuevas, más modernas y con la
mayor capacidad para aprovechar el espacio y vender a más personas (la mayoría
de las veces este proceso implica la utilización de materiales de peor calidad,
y la ejecución rápido en pro de poner en el mercado nuevas viviendas lo antes
posible).
Es en esta cuarta etapa donde en la comunidad se comienzan a
encontrar menos porcentajes de artistas, inmigrantes, y personas de color, y crece
exponencialmente el número de habitantes nuevos de clase media alta o alta. A
nivel visual, en el horizonte aparecen urbanizaciones de lujo desarrolladas por
constructoras de pisos de gran tamaño, con capacidad de trabajar 24/7 para tener
un edificio listo en pocos meses. Ya en este punto, la gentrificación pasa los
límites geográficos de un solo barrio y se permea a las comunidades contiguas.
Una vez aquí, los individuos de clase media que se encontraban en las etapas
uno y dos, los “visionarios” que vieron el potencial de la zona antes que nadie
y soportaron las incomodidades cuando la zona no estaba tan bien comunicada,
cuando los trayectos en transporte público implicaban calcular algunas demoras
en el traslado cotidiano, y había menos servicios disponibles, se ven forzados
a buscar un nuevo barrio.
En la etapa cinco los inversores globales entran al juego
inmobiliario local. La zona ha llamado la atención a gran escala y no pasa
desapercibido por inversores de otros países inclusos, que en un futuro será
una posible opción para mover sus almacenes, poner una nueva sede allí o tener
algún tipo de vínculo. La etapa llamada cero es una de no retorno: el gobierno
de la ciudad abre la puerta al desarrollo. Si los residentes que quedan tenían
alguna esperanza de que los precios bajasen, ahora ya será imposible. Por
supuesto que esta etapa puede traer beneficios a la zona, como la construcción
de una nueva piscina municipal o polideportivo, mayor seguridad (zonas mejor
iluminadas, más dotaciones de policías, mejor tecnología anti delincuencia,
etc.), abastecimiento de los centro de salud ya existentes o mayor cantidad de
plazas profesionales allí, la posibilidad de elegir entre distintas marcas de
supermercados, gasolineras, tiendas de indumentaria o de productos de cualquier
tipo. Siempre y cuando el objetivo sea para beneficio y no perjuicio de la
comunidad anterior, es decir, iniciativas gratuitas o de muy bajo coste, posibilidad
de seguir aparcando cerca de casa o del trabajo, de obtener una cita con
facilidad, de mantener el alquiler comercial a un valor razonable, ampliación y
no reducción de pulmones urbanos y zonas verdes en general. Es decir, la etapa
cero es cuando se toman todas las decisiones de la ciudad. Podemos ver que para
que se produzcan las primeras cinco fases de gentrificación los gobiernos
tienen que estar dispuestos a permitirlo.
En el verano de 2023, el portal inmobiliario Idealista definió a Carabanchel como el 'Soho madrileño', en un artículo donde enumeraba las razones por las que tantos artistas se sienten atraídos a este barrio.
Una vez me topé con un gráfico que ilustraba
de manera muy esquemática con flechas similares a un diseño de una serpiente
que se come la cola este proceso que me resulta fascinante a nivel
comportamiento humano. La historia del huevo y la gallina: ¿qué ocurre primero,
se populariza una zona, y luego atrae artistas, o se concentran artistas en una
zona, y entonces se populariza? Normalmente hay una serie de factores que hace
que los creativos necesitemos estar en zonas céntricas o concurridas: el fácil
acceso a la oferta cultural que ofrece la ciudad; tener tiendas donde se
comercializan los materiales que utilizamos al alcance de la mano; la
inspiración infinita de entornos multiculturales, abiertos, respetuosos y con
presencia de personas con intereses afines; el transporte público eficiente
para movernos desde y hacia sitios de exposiciones o presentaciones; la oferta
literaria, musical, y de objetos de segunda mano; la cercanía a espacios de
formación; los sitios de esparcimiento para ocio social con precios de
estudiante en la etapa formativa; ni que hablar de la cercanía de la vivienda a
la universidad si aún queda por terminar la carrera, entre una larga lista de
etcéteras. Somos gregarios. Nos congregamos, socializamos, armamos grupos de
trabajo y suele existir (desde mi experiencia) una generosidad de pasarnos
datos útiles e información. Antes, quizás, un tatuador era más reacio a tener
un aprendiz y enseñarle, o una pintora no develaba fácilmente quién le
fabricaba los marcos para que no se popularice demasiado y le perjudique
quedarse sin su material a tiempo. Pensamientos que con el auge de la
tecnología pienso que han ido desvaneciéndose: hoy todo puede buscarse en
Internet. Continuando con el curioso proceso: esos artistas beben café. Grandes
dosis de café. Entonces, se van llenando las cafeterías, y más emprendedores
locales se animan a hacer de especialidad o con mezclas de sabores más
arriesgados. También nos vestimos. Y vaya que nos curramos los outfits.
Entonces los amigos diseñadores también piensan en montar una central de
diseño. Que requiere plantas, muchas plantas y decoración. ¿Qué otro sitio ama
el diseño, las plantas, la música y la estética? Las peluquerías con propuestas
rompedoras. Ya tenemos a una persona creativa, que produce algo con sus manos o
su intelecto, que se viste, bebe café, se corta y tiñe el pelo, sale por las noches
a bailar o beber una copa y consume objetos de diseño. Sólo resta una parte de
la ecuación por evaluar para que esa vida sea aparentemente perfecta: el
alquiler.
Una vez que el área se vuelve en gran medida
inasequible para los productores culturales de bajos ingresos y otros
residentes, los artistas y productores generalmente se mudan a áreas urbanas
más baratas, lo que desencadena un aumento del interés de la zona, un súbito
interés de los gobiernos por “vender” la zona como segura, limpia y novedosa, y
una caída en las posibilidades reales de seguir manteniendo la vida que se
pretendía, sin las dificultades por las cuales se huyó del centro urbano.
Si pensamos en la gentrificación relacionada
con la producción artística: ¿qué ha pasado con Carabanchel? Los amplios
espacios a precios asequibles son la clave. Pero la cultura
no está relacionada a este nombre propio sólo desde ahora: este barrio del sur
de Madrid está ligado al mundo de la cultura desde principios del siglo XX con
la creación de la Colonia de la Prensa. En ese momento Carabanchel era un
municipio independiente a las afueras de Madrid.
A finales del siglo XIX el arquitecto Felipe Mario López
Blanco levantó este área residencial concebida como urbanización de chalés
vacacionales y de retiro por miembros del gremio periodístico.
Posteriormente, la Movida Madrileña pasó por los barrios del Sur
también. La mítica sala de conciertos Gruta ’77 es considerada un verdadero pulmón de
la escena “underground”
madrileña, un lugar para disfrutar de rock en directo. Situada en el Barrio de
San Isidro, la sala forma parte del Patrimonio Cultural de la ciudad de Madrid.
En 2013, tras la grave crisis económica, los
artistas empezaron a comentar los beneficios de los espacios luminosos, amplios
y a precios asequibles que escondía este barrio madrileño, lo que llevó a la
mayoría a buscar allí la oportunidad de convertir naves industriales, fábricas
textiles e imprentas abandonadas en los sitios ideales para poder desarrollar
su actividad creativa. La zona que abarca las estaciones de metro Opañel,
Carpetana, Marqués de Vadillo, Urgel, Oporto, Vista Alegre, Carabanchel y Eugenia
de Montijo.
¿Cómo se han
tomado estos desplazamientos los vecinos de la zona? Pues habría que realizar
un sondeo y escucharlos a ellos. Muchas veces se ha descrito al barrio como “el
corazón obrero de Madrid”. El embellecimiento de las calles y la amplitud de
tiendas siempre debería ser bienvenido, ya que es la punta del iceberg más
visible de una deseable mejora en lo estructural, mayor asistencia sanitaria
(centros de salud con mayores prestaciones, ya que hay más residentes), clases
de colegios animadas y con integrantes de diversos orígenes. Pero también
implica el progresivo encarecimiento de la vida cotidiana de un núcleo social
que estaba acostumbrado a su bar de toda la vida, su compra en la frutería de
excelente calidad a precio accesible, y a encontrar sitio para beber algo
siempre en las verbenas de verano. El fantasma del miedo a la gentrificación
(temor a que la zona crezca tanto que comience la especulación inmobiliaria y
se eleven los precios) posee el otro lado de la moneda: muchos lugareños de
todas las edades se convierten en fiel público local de las iniciativas de
estos artistas. Y a quienes viven un poquito más lejos solo los separa el
Manzanares de galerías como VETA, Benveniste Contemporary, La Gran, Memoria,
Sabrina Amrani, Planta1…
Mientras leemos esto, el Ayuntamiento trabaja
en una nueva regulación, el Sindicato de inquilinas de Madrid sugiere que todos
los que alquilan una casa adicional a la propia son "especuladores",
el polémico microático que se hizo viral en verano en Tiktok ha sido vendido a
dos jóvenes estudiantes, y la gran mayoría de los creadores hacemos malabares
para llegar a fin de mes creando lo que nos gusta, y sin privarnos de lo básico
para una vida saludable, sin estridencias pero tampoco sacrificios.
La revitalización de barrios es algo beneficioso ya que se refiere a mejorar
los barrios sin aburguesarlos ni expulsar a la gente. Utiliza un modelo de
desarrollo positivo que construye una nueva visión de
la salud y la sostenibilidad de la comunidad que beneficia a todos los
residentes. En esencia, el objetivo es revitalizar un vecindario o comunidad.
La gentrificación, sin embargo, no es el objetivo.
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