Posibilidad de tocar réplicas de obras en relieve en Meet Vincent van Gogh Madrid
Vida y Obra de Frida Kahlo, diseñada por ACCIONA Ingeniería Cultura en el Teatro Instante; Meet Vincent van Gogh Madrid en Espacio Ibercaja de Delicias, creación del Museo Van Gogh de Ámsterdam, e #INGOYA en el Fernán Gómez Centro Cultural de la Villa.
No está ni bien ni mal. Está sucediendo.
Las nuevas curadurías han llegado para quedarse. Y no en un sitio fijo, porque se trata de mega producciones (ergo mega financiamientos) itinerantes que recorren las grandes capitales artísticas apoyadas por alta tecnología y un novedoso concepto interactivo, ATP. En este caso nos circunscribiremos a Europa, y en concreto Madrid.
#INGOYA en el Fernán Gómez Centro Cultural de la Villa
Luego de iniciales sensaciones encontradas (durante meses guardé como favorita la actividad que me proponía una conocida plataforma de eventos en la app, hasta que me dispuse a ir) decidí no juzgar bajo cánones que utilizaría para otra disciplina que conozca: aquí no es ni una tienda de souvenirs, ni un museo, ni cine, ni escenografía, pero tiene un poco de todas.
Pero esta voluntad de crear ambientes envolventes no es algo nuevo. Para los Nenúfares de Monet, la idea era que las piezas estuvieran dispuestas en una sala en 360º para crear un efecto de inmersión. Este propósito se materializó en el Museo de La Orangerie, en París. De encontrarse en la ciudad, vale la pena ingresar y sentarse el tiempo suficiente para abarcar con la mirada (y hará falta el cuerpo, ya que las dimensiones nos obligan a girarnos) los detalles de esta Capilla Sixtina del impresionismo.
Pensemos también en Mark Rothko y su capilla de Houston, cuya materialización no llegó a presenciar. De nuevo, este jefe del colour field painting buscaba expresar emociones profundas a través de sus composiciones geometrías de colores en lienzos que ocupaban todo el campo de visión del espectador. La contemplación evocaría lo que él llamaba “lo sublime”. Entonces, ¿qué es lo que nos atrae de los fenómenos de la naturaleza, los abismos, las grandes superficies, y, por extensión, las proyecciones lumínicas a gran escala? Lo sublime. La sensación de no pertenecer o hacerlo parcialmente. Sentir que pertenecemos a algo mayor externo, quizás, nos saca presión y responsabilidad como individuos. Y hay una bandera blanca implícita: aquí no hay nada que entender. Quizás el principal motivo que frena a una persona sin estudios académicos o cultura pictórica a participar de actividades artísticas.
Capilla Rothko en Houston, Texas
Hay que mirar, percibir, tocar, y hasta a veces oler. Luego habrá siempre un rato para consumir – todas las grandes producciones culminan el recorrido con un surtido gift shop donde comprar la camiseta del Che Guevara de todo aficionado al arte: una totebag con girasoles, un boli con la cara de Frida, o un CD con la música que suena en la visita nos acompañará a casa aunque finalice la exposición.
Vista de la exposición Vida y Obra de Frida Kahlo
Hoy, luego de unos días de haber visitado la exposición alrededor de la figura de Van Gogh pienso que es el valor de estas propuestas radica en acercar a un público que habitualmente no se interesaría por figuras artísticas históricas o movimientos, a ellos. La siguiente vez que el espectador se encuentre frente a una obra similar podrá recurrir a ese bagaje cultural siempre en aumento. Y pienso también que tienen una gran contribución como propuesta didáctica infantil, donde los primeros acercamientos al arte nos determinarán y probablemente jugarán un papel importante en la conformación de nuestro gusto (algo que parece tan personal, pero es un complejo constructo social).
Visitante disfruta en una de las salas del Moco Museum de Ámsterdam
Luego de seis meses trabajando en un museo de experiencias y observando el comportamiento de los visitantes día a día, puedo esbozar una conclusión adicional. Lo que las personas buscan es la belleza. Propia o ajena. La primera, será retratada mediante numerosos disparos, tantos como sea necesario hasta que la toma quede perfecta. Selfies, brazos extensibles que sostienen el móvil, apoyarlos en el suelo directamente o pedirle a alguien que pasa cerca que lo haga por nosotros. El ritual es el mismo, mirar la pantalla [pero para mirarme a mí, el fondo puede esperar], acomodarse el cabello sobre la frente, y esbozar sonrisa, hoy, emitiendo la pregunta obligada – “¿se puede?” (quitar la mascarilla un momento). No queremos que nada ni nadie arruine ese momento, postal de que estamos a gusto entre tanto placer visual. La segunda búsqueda, del entorno bello, hace que consideremos inevitable detenernos a fotografiar un atardecer, una instalación pública luminosa, una decoración con flores en una vitrina o la misma cala de aguas turquesas donde vacacionamos siempre.
¿Lo efímero del momento? Va en consonancia con el consumo rápido, el auge de TikTok y demás redes sociales de videos de treinta segundos, o incluso evanescentes luego de unas horas.
¿El postureo? Es opcional, también se pueden disfrutar esos espectáculos a los sentidos desde lo sensorial, perceptivo y más básico. El cerebro capta las sensaciones de diferentes maneras, y una es ese primer estímulo que no necesariamente se asocia a otra cosa. Esa vitalidad de lo directo siempre me ha fascinado: centrarse en las sensaciones sin juzgar, comparar, o tener que “saber” o “entender” nada. ¿Cuántas veces hemos oído una exclamación envuelta de vergüenza de la índole “yo no entro a museos porque no entiendo nada”? Pues aquí hay una nueva opción, que se viene desarrollando con fuerza en los últimos ¿cinco? años. Apto para todo público (no así los tickets de entrada, ya que se trata de instituciones privadas y grandes inversiones en costos de traslado y montaje de infraestructura, publicidad e imagino, licencias por derechos de autoría).
Para finalizar podemos postular que, primero, hay muchas formas de acercarse al arte y ninguna debe ser deleznable. Segundo, en el arte pictórico - como en la música, el fútbol, la farmacéutica y la religión- hay un negocio asociado que mueve los hilos de la oferta y la demanda de una manera tan potente que sería naif negarlo. No está nada mal salir del museo tradicional y cuestionar sus formatos, pensar maneras de transformar la museografía para que sea más atractiva a generaciones noveles, cuando han sido los mismos museos tradicionales reconocidos en todo el mundo los que vienen manifestando preocupación sobre cómo captar nuevos públicos / hacer que los de siempre permanezcan y vuelvan.
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