Notas sobre el contexto de contemplación
Hace algunos meses tuve muy presente a un
profesor que tuve en la Universidad en la materia de Crítica. Lo recordé porque
él nos decía lo importante que es el contexto de contemplación. No es para nada
lo mismo visitar una exposición el día del vernissage, por la mañana con luz
natural y plenos de energía, por la tarde-noche luego de un extenso día de
trabajo, o con zapatos incómodos que nos aprietan los pies por haber hecho
tanto turismo a pie. Todos esos factores que menciono de forma graciosa, y
muchísimos más de la realidad, afectan la forma en que miramos.
Tenía planificado visitar la Casa de Sorolla en Madrid que conserva el ambiente original de la vivienda y taller del pintor valenciano un día sábado. Antes de ir me extendí realizando recados y algunas compras, y se hizo la hora de almorzar. Por lo tanto decidí que tenía hambre, y que la exposición “Sorolla-Benlliure. Una amistad, dos artistas” tendría que esperar un rato más. Me detuve en un bar vegano que me gusta mucho y me pedí un wrap delicioso y muy abundante. Luego emprendí una lenta caminata para terminar de hacer la digestión y estar un poco al sol, entrando así al museo sobre las 15hs. Creo que ha sido acertado escuchar las palabras de ese profesor que resonaban en mi mente. Es tan bonito cuando alguien te deja una enseñanza, ¿cierto?
Realmente la obra es también su contexto, de ahí la tradición de la “white box” (<caja blanca>), ese formato de galería o salas de museo minimalista, con mínimas interrupciones.
Una vez en el MoMa de NY estaban montando la próxima exhibición y me acerqué a cotillear: sospechaba que el equipo curatorial estaría en cada detalle y no me equivoqué: los pins para clavar en la pared estaban recubiertos de plástico transparente, casi imperceptibles.
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