Los Nenúfares de Claude Monet, ¿ya eran arte inmersivo?
Los Nenúfares de Claude Monet, ¿ya eran arte inmersivo?
<La pintura es un intento de asumir la vida. Existen tantas soluciones como seres humanos> - George Tooker.
La serie Nenúfares de Claude Monet (Nymphéas en francés o Water lilies en
inglés) fue
elaborada por el pintor francés (1940-1926) durante casi 30 años, inspirado en
su jardín de Giverny.
En esta localidad de Normandía, a una hora de París “la luz es especial como en ningún otro lugar”, solía decir el maestro del impresionismo. Las vistas de un puente japonés y un estanque con plantas exóticas que le servirían de modelo e inspiración se encuentran intactas y son visitadas por miles de turistas y aficionados al arte.
¿Cómo un mismo motivo puede ejercer tanta atracción? Existen
aproximadamente 250 nenúfares pintados por Monet en los últimos años de su
vida. Es sabido que el movimiento en el cual se inscribía el artista dotaba de
mucha importancia a la incidencia de la luz sobre los objetos. Se trata de pinturas
al óleo ejecutadas sobre amplios paneles, que actualmente se exhiben en el
Museo de la Orangerie de las Tullerías, en París, Francia.
Los ocho Nenúfares que hay allí fueron ofrecidos al Estado francés por el pintor al día siguiente del Armisticio del 11 de noviembre de 1918 como símbolo de la paz. Se instalaron en 1927, unos meses después de su muerte. Forman un friso panorámico desplegado casi sin interrupciones en dos salas en forma de elipse. Se han dispuesto de acuerdo a la manera en que Monet los imaginó. En Estados Unidos hallamos también un tríptico de estos grandes paneles, en el Museo de Arte Moderno de Nueva York.
Ahora que ya hemos repasado los aspectos formales, pasemos a la
pregunta que me ha surgido hace unos meses: los Nenúfares de Claude Monet, ¿ya
eran arte inmersivo?
El arte inmersivo busca integrar al espectador en la obra. Para ello,
hace uso de diferentes recursos como la monumentalidad, la multisensorialidad, los
montajes envolventes, (no necesariamente) la interactividad, y lo que sea
necesario a nivel material – luces, sonidos, efectos ópticos, tecnología - para
conseguir la sumersión del espectador en la obra de arte.
El conjunto impresionista, tan único e imponente, ha sido
descrito por André Masson en 1952 como una verdadera "Capilla Sixtina del
Impresionismo”. Poco se puede agregar a esa definición. Basta sentarse en uno de
los asientos dispuestos para tal fin y apreciar cada detalle. Lo que surge luego
de unos minutos es, probablemente lo que Mark Rothko buscaba con su proyecto de
la capilla: un espacio compartido y de relación entre artista y público, donde
este último “ingrese” en la pintura. Chapeau, Monet.
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