La vulnerabilidad masculina en el arte

 La vulnerabilidad masculina en el arte

“En la comodidad no hay crecimiento”.

 

 Hace tiempo que vengo pensando en las “nuevas masculinidades”. Surge ese tema en conversaciones, lo veo reflejado en las reflexiones de sobremesa entre amigos varones, eventualmente me detengo en obras de artistas que versan sobre esta problemática. A raíz del hype alrededor de la película Barbie este verano europeo, fui a verla y al salir decidí que era hora de sentarme a investigar un poco más. Principalmente me dio intriga ver dónde se veía esta vulnerabilidad, en el ámbito del arte pictórico. ¿De dónde viene, del pathos griego? ¿Quiénes lo han manifestado a través de pinceladas, los románticos?

 El soundtrack mientras escribo no es azaroso: La Morena del Chicamocha. Un descubrimiento musical reciente imperdible: proyecto de la cantautora santandereana Gerson Morena (música tradicional colombiana). Ella es parte de la comunidad LGBTIQ+, vocera de las disidencias, y derrocha arte con un toque personal a través de géneros musicales tradicionales de Colombia. 

 Rigoberta Bandini tiene una canción  muy bonita llamada Canciones de amor a ti, que dedica a su hijo Nico. Allí, expresa su deseo con respecto a su marido y padre de su hijo “Que papá nos haga boloñesa todos los domingos y más cosas, que algún día podamos ver juntos las de Sorrentino, que los hombres de este nuevo mundo lloréis bien tranquilos”. Los raperos españoles Natos y Waor expresan “Los chulos también lloran” en las barras de Alfa y omega. Evidentemente, desde el pop hasta el rap está presente la necesidad de una masculinidad que tenga espacios seguros para llorar si lo necesitan, dejando a un lado la fuerza física, la chulería o la competencia.

 La película de Barbie (2023), producida por LuckyChap Entertainment, Mattel Films y Heyday Films, y distribuida por Warner Bros. Pictures capta a la perfección esa necesidad de poner sobre la mesa los sentimientos masculinos. En una escena vemos a un Ken triste cantando a viva voz. La letra de la canción navega por las inseguridades del personaje de Ryan Gosling, haciendo referencia a ser el número 2 de Barbie todo el tiempo, y teniendo que verse fuerte y musculoso frente al círculo íntimo de muñecos que rodea a la icónica pareja. Que los hombres no suelen expresar la depresión de la misma manera que las mujeres, es algo que se ha estudiado científicamente. Durante décadas, se observó que los síntomas depresivos en los hombres no eran la típica apatía, tristeza o pérdida de interés sino una tendencia a sufrir ataques de ira, rabia o irritabilidad. Una tendencia a comportarse de forma más agresiva, consumir más alcohol o drogas y dedicar muchas horas al trabajo, al deporte o a cualquier otra actividad que permitiese la evasión. Una lista de respuestas ante el problema, que no incluía hablar sobre ella. Y aquí tenemos a un arquetipo de hombre fuerte para niñ@s abriéndose ante toda la comunidad de muñecos, mostrándose desgarrado con todos los guiños necesarios a un video de boy-band pop de los 2000.

 Vamos con los hallazgos pictóricos sobre el tema que me han llamado la atención: el artista sirio Abdalá Al Omari y sus 'The Vulnerability Series' ('Las series de la vulnerabilidad') donde retrata a los líderes mundiales como refugiados vulnerables. Podemos ver un Trump asilado con un niño dormido en brazos, al presidente ruso Vladimir Putin como un mendigo pidiendo "ayuda para gobernar el mundo", o a Jacques Chirac y Nicolas Sarkozy borrachos, con los pies descalzos sucios.

Desde Copenhague, la sueca Judit Kristensen compone bocetos de amigos o de autorretratos nostálgicos a lápiz, principalmente. El ritmo (lento y constante) al que el material la obliga, es algo la artista ha denominado como “mágico” para ella; le permite estar presente y dedicar ese tiempo que la emoción de la empatía tiene como condición. Tiempo para observar, para sentir, para estar para los demás. Los retratos son el resultado de una reflexión que recuerda a los personajes con mirada perdida de Edward Hopper (Estados Unidos, 1882 -1967)​.


En 2021, en Madrid se pudo recorrer una exposición alineada con la temática de la vulnerabilidad desde un prisma espiritual (la exposición colectiva Vulnerables en el espacio O_LUMEN, comisariada por el jesuita Bert Daelemans). En esa ocasión, los artistas Cristina Almodóvar, Lucie Geffré, Paula Anta y Rafael Díaz expusieron sus creaciones bajo la premisa de que en la fragilidad también reside la fortaleza. A través de una óptica religiosa, se hizo foco en la capacidad de ser herido, diferenciándola de la fragilidad per se. El contexto de planificación de esta exposición fue la pandemia de la COVID-19; evento histórico ineludible que ha puesto de relieve la fragilidad como condición humana y nuestro lugar en el mundo.

Son muchas las obras de arte que contienen un potencial de fortaleza, aún habiendo sido creadas en contextos de inestabilidad (como puede ser la social, política y económica que trae aparejada una guerra). Las obras de Georg Baselitz invitan a una lectura contemplativa detenida, para encontrar en los detalles la personalidad del artista y poder imaginar lo que estaba atravesando en el momento de su producción. Estas suposiciones, aunque siempre incompletas -y en el caso particular de Baselitz, aún lo tenemos entre nosotros para poder corroborar nuestras aproximaciones al sentido de su obra – nos permiten armar un campo de sentido alrededor de la praxis de un/a pintor/a. En cuanto a éste, su arte ha sido definido como “un arte que nace de la incertidumbre”. Su juventud transcurrió en una Alemania donde el arte era u oficial, o degenerado. Los artistas que presentaban un arte más innovador eran demonizados, exiliados y perseguidos. Los principios constructivistas estaban en pugna con la nueva tendencia del realismo socialista. Baselitz con sus signos que hacen referencia un estilo alternativo y personal, de tono expresionista, instaló un legado de gran calidad con grandes formatos llenos de personajes toscos, que parecieran no caber en el espacio del lienzo, o querer escapar de él.


Para cerrar, quizás la foto más bella de la historia del deporte: el momento de Federer y Nadal llorando juntos en la despedida del suizo en Londres. Esta imagen ha pasado a la historia y abre la posibilidad de plantearse una visión distinta sobre la competencia masculina en el deporte, las presiones a las que están sometidas atletas de alto rendimiento, y la necesidad de diálogo, terapias o asistencia de profesionales donde poder canalizar las emociones que, quizás en un estadio, no es posible. 

 

 

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