¿Por qué cierra un museo?

¿Por qué cierra un museo?

 The Times They Are A-Changin' 


En el último trimestre dos noticias sacudieron mi interés por el panorama artístico actual. Por un lado, el anuncio de la Galería Marlborough del cese de sus operaciones después de más de 70 años en actividad. Por otro lado, el Museo Rubin de Manhattan cerrará sus salas físicas en octubre para pasar a tener una visión global y descentralizada de exposiciones.

Me intriga y me pregunto: ¿qué hace que cierre un museo o una galería de arte?

Las razones más evidentes pueden ser de índole económico. Otras, pueden tener simplemente con un cierre de ciclo en un mercado que ha cambiado sustancialmente en lo que “debe” ofrecer a su público para mantener el flujo de visitantes estable y rentable: un roster de artistas interesante no siempre alcanza para convocar al público a las salas. Con los períodos de atención frente a un estímulo visual en descenso – podemos culpar a las redes sociales como TikTok o Instagram, o simplemente verlo como un cambio inevitable que ha ido sucediendo – ofrecer obras mayoritariamente bidimensionales e inauguraciones periódicas ya no es suficiente.

Encontrar ese valor añadido para subsistir como espacio cultural muchas veces implica hasta aliarse con influencers o marcas, contratando (si el presupuesto lo permite, claro) especialistas en marketing que nos aseguren nuestras publicaciones en redes tengan la llegada adecuada, y así, volver tendencia una exposición, una obra en particular, o un evento, para que el público desconocido y los medios de comunicación se acerquen a nuestro espacio.

Disputas entre socios, la reducción de los ingresos, la imposibilidad de encontrar a una persona dispuesta a gerenciar el espacio con todos esos desafíos, la salida de artistas importantes que se cambian a otra galería o abrazan la autogestión, una pandemia que nadie esperaba… todo puede contribuir a la disminución del rendimiento de una galería.

Una posibilidad para subsistir y no sufrir las subidas de precios, las actualizaciones de los precios de los alquileres, y poder proponer actividades interesantes es la realización de talleres y workshops complementarios, incluso el alquiler de las salas que no usemos a terceros. Muchas galerías han encontrado en esta alternativa una salida positiva, y que retroalimenta su hacer artístico con actividades relacionadas. La participación en ferias es otro aliciente: si las ventas en una feria internacional van muy bien, representa el equivalente a meses de esfuerzo para encontrar a un comprador que atraviese la puerta de manera orgánica.

Pero otras, como Marlborough, deciden cerrar definitivamente. Según lo comunicado por su junta directiva, dejará de presentar exposiciones y de representar a artistas en sus sedes de Nueva York, Londres, Madrid y Barcelona después de 78 años. La noticia ha teñido la escena española con un tono definitivo e inesperado. Su inventario –valorado en 230 millones de euros, según lo trascendido– se venderá en los próximos meses y años, donando parte de los beneficios a instituciones culturales sin ánimo de lucro cuyo fin sea apoyar a artistas contemporáneos.

La galería ha sido fundada en 1946 por Frank Lloyd, y continuada por miembros de su familia hasta 2020, año en que miembros de la junta directiva despidieron a Max Levai (hijo del sobrino de Frank Lloyd, Pierre Levai, y su sucesor en funciones), quien a su vez emprendió acciones legales contra la galería revolucionando el mundillo del arte y los art gossips a nivel global. Así se filtraron detalles de las pujas de poder: acusaciones de “retener” obras de arte para luego abrir una nueva galería, contracusaciones de difamación y perjuicios contra la reputación profesional, mala administración de fondos comunes para beneficio personal de padre e hijo Levai, hackeo de una cuenta personal de Instagram, son sólo algunas…

En el organigrama familiar y comercial, el hijo de Frank, Gilbert, se unió a la galería en sus primeras décadas de éxito en subida. Por su parte, Pierre Levai, tuvo un gran rol en la expansión internacional de Marlborough. Para Max, lamentablemente las cosas no fueron tan fáciles. Al momento del cierre, la galería contaría con 15.000 obras, 52 empleados, y 4 sedes.

Algunos nombres que han representado en sus sedes incluyen a pioneros del modernismo como Jackson Pollock, Mark Rothko o Robert Motherwell, y, nacionales como Genovés, Antonio López, Lucio Muñoz, Soledad Sevilla o Alfonso Albacete.

Del otro lado del Atlántico, el Rubin Museum ha sido un referente durante dos décadas. Su sede se encuentra en el barrio de Chelsea, y se puede visitar algunos meses más. Luego, enviará sus colecciones y sus iniciativas a diferentes sitios internacionales, ya que el futuro modelo incluye préstamos a otras instituciones. El Rubin es conocido por albergar más de 3000 piezas de la cultura de los Himalayas, de gran valor cultural y artístico. Cuentan con algunas exposiciones memorables, como la oportunidad en que exhibieron El libro rojo del psicólogo Carl G. Jung’s (1875-1961).

La decisión, según ha confirmado su Director Ejecutivo Jorrit Britschgi, no ha sido fácil y es lógico: la transición de un museo con paredes y una trayectoria de dos décadas, a un modelo más innovador y nunca antes probado por sus miembros suena desafiante. Durante la pandemia se implementaron varias estrategias digitales que ya han sido aprovechadas por numerosos educadores y curiosos, como su recurso online “Project Himalayan Art”. También tienen un podcast (2015), escuchado en al menos 189 países.

Al día de la fecha, al entrar a su página web official nos recibe un mensaje “The Rubin is transforming. Read important updates from our Executive Director” (“el Rubin se está transformando. Lee aquí actualizaciones importantes de nuestro Director Ejecutivo”) donde se explica la voluntad de convertirse en un “museo global”.

Incluso antes de la pandemia del Covid-19, la dirección del museo ya estaba considerando diferentes maneras en las que podían aprovechar su colección y desplegar sus activos financieros, colaborando con otras organizaciones en la diffusion del arte y la cultura himalaya.

Un dato importante que me parece a destacar - de un tema ya mencionado en mi artículo de noviembre de 2023, Arte robado: momento de hacer autocrítica - es la apertura que tiene el museo frente a la cuestión de repatriación de piezas a su lugar de origen. El museo ha devuelto dos tallas en madera que tenía en su inventario cuando descubrieron que habían sido robados de uno de los monasterios más antiguos de Kathmandú, el Itumbaha.

Nepal fue un reinado hermético hasta 1951. Cuando el país empezó a ser visitado por turistas, el mercado del arte depositó su atención sobre los relieves elaborados y estatuas. Muchos de ellos, fueron robados y llevados a otros continentes pasando desapercibidos. Las autoridades nepalesas estiman que hasta el 80% de los artefactos religiosos del país han sido robados y vendidos en el mercado negro desde los años ochenta. Al digitalizar sus colecciones y hacerlas públicas, los museos han comenzado ha recibir reclamos para que ciertas piezas que deberían encontrarse en Asia sean devueltas.

El Museo Rubin tenía entre su colección estos items escultóricos que ha devuelto en 2022, y se muestran abiertos a devolver más si se repitiese el reclamo de las comunidades.

Ojalá el futuro del Rubin incluya numerosos intercambios fructíferos, oportunidades de diálogo, experiencias transformadoras, y el quizás desafío más grande: acercar el arte a públicos que normalmente no entrarían en un museo, y familiarizarlos con su misión.

En cuanto a las galerías con extensa trayectoria, imperdibles en las rutas de inauguraciones, y aquellas más nuevas por venir a traer aire fresco al panorama local, el deseo es el mismo. Que la motivación de exhibir arte vaya acompañanada de una planificación comercial y financiera que respalde la viabilidad continua de estas empresas (que esto son: empresas privadas, aunque nos tiente pecar de naifs y perderlo de vista a veces) para no tener que lamentarnos pérdidas de grandes edificios llenos de un valor cultural enorme. En estos espacios no sólo se encuentran en venta obras de gran calidad en los muros y peanas, sino que se tejen relaciones, se educa la percepción de infancias, se trazan amistades y el famoso networking, se puede conocer en persona a un/a artista que admiramos, conforman el primer sitio de prácticas de estudiantes de Bellas Artes, y se pueden ver piezas que quizás nos cambien la vida y nunca olvidemos aunque pasen setenta años. 


 

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