DISPOSITIVOS DE SEGURIDAD EN MUSEOS - Notas sobre el tema

 

 Podríamos definir la seguridad en los museos como el conjunto de medidas destinadas a la Protección del público, del personal, las colecciones y la documentación, tanto de los distintos riesgos cotidianos, como de los excepcionales que puedan sufrir. Los planes de seguridad varían según las instituciones y deben ser personalizados, sobre todo en el estado actual del mundo del arte, donde las características de las obras han sufrido grandes cambios y hay una fuerte presencia de producciones multimedia, tecnológicas o efímeras. La forma de resguardar y exhibir estas piezas constituye un desafío para las instituciones implicadas. 

 ¿Cuánta importancia se le otorga al aspecto de protección y conservación del patrimonio exhibido? ¿De qué manera se organizan los factores humanos y técnicos para tal fin? ¿Qué porcentaje del presupuesto es destinado a la seguridad? ¿Existe formación específica para los agentes de seguridad? ¿Varían mucho las políticas de exhibición de cada museo?

 En el último tiempo se me ha dado por observar in situ los espacios habilitados para el público, con el objetivo de identificar dispositivos de seguridad visibles. No siempre es tan fácil identificarlo, pero se sabe que están. Es impensado que un gran museo madrileño no haya protocolos de acción ante cualquier eventualidad. En la sociedad actual, donde los espacios de exposición de todo tipo han ido logrando presencia y participación en la vida de los ciudadanos, la conservación de las obras ya existentes y de las nuevas adquisiciones ha instalado una nueva problemática: la protección y el resguardo del patrimonio exhibido.

 Un factor a tener en cuenta es el creciente interés en la adquisición de obras de arte como inversión económica. Cada vez más personas compran arte en subastas y a través de galerías especializadas. Muchas veces las piezas disponibles alcanzan precios de venta muy altos. Desgraciadamente, este incremento en el interés por contar con originales de colección ha posibilitado que se desarrolle un mercado negro donde las falsificaciones y el robo de piezas es posible.
Hasta los museos más importantes del mundo han sufrido casos de faltantes de pinturas de grandes maestros. En los museos más pequeños probablemente se desconoce el protocolo a seguir si se descubre que ha ocurrido el robo de una pieza exhibida, por considerarse un evento inusual. 

 Otras veces, se han atestiguado situaciones (afortunadamente, son casos extraordinarios) donde un visitante aprovecha un momento de descuido de la vigilancia para atacar una obra de arte, ya sea arrojándole alguna sustancia, rompiéndole una parte con un objeto contundente si se trata de una escultura, o abriendo la tela con un elemento punzante si se trata de una pintura, alla Lucio Fontana. También se han registrado grafismos intencionales en forma de inscripciones o rayones sobre un lienzo por parte de personas ajenas al museo.  Desde las instituciones se ha debido buscar soluciones a esta problemática, ya sea para evitar o prevenir actos de vandalismo y de hurto, como para concientizar a los visitantes sobre la importancia de recorrer las exposiciones con cuidado a normas de civilidad precisas. Además del robo, existen otros siniestros tales como incendio, inundación y destrucción accidental.

 Para estos últimos, existen seguros específicos que ofrecen soluciones en la práctica. Aunque la pieza no se pueda recuperar, al menos se puede afrontar un intento de restauración, o el reemplazo por otra similar. En zonas con grandes riesgos climáticos, hay que prepararse para las peores circunstancias, de lo contrario las pérdidas pueden ser irreversibles. La prevención es un término que se repite entre autoridades y especialistas.

 El desarrollo tecnológico presente en todas las esferas de la vida cotidiana ofrece nuevos dispositivos tecnológicos al alcance de los museos que pueden ser la solución. A nivel global, los que están disponibles y son utilizados mundialmente son: sistema anti-intrusión láser; detectores lineales de dos dimensiones para perímetros exteriores con sensores de movimiento; cámaras de CCTV; sistema de cuentapersonas; elementos de detección de incendios: sistema de control de accesos y de seguridad de las obras de arte, entre otros.

 Junto a la instalación de estos dispositivos, ha surgido también la necesidad de formar al personal que trabaja en los museos para instaurar modos de accionar frente a un hecho delictivo o sospechoso; acordar un protocolo a seguir en caso de no poder evitar tales hechos; y no menos importante, educar a los visitantes en cada recorrida por el museo sobre la importancia de cuidar las piezas exhibidas. A veces este objetivo resulta problemático, ya que se contradice con otros, como el de buscar que el público esté en contacto cercano con las obras para poder apreciarlas. Es natural en el ser humano querer mirar, tocar, oler los objetos que le llaman la atención. Además, hoy en día es frecuente querer registrar de forma fotográfica o fílmica las vivencias cotidianas. Los flashes de las cámaras fotográficas profesionales o auqellas incrustadas en los teléfonos móviles son uno de los puntos a tener en cuenta para los museos, ya que no se sabe aún cuánto daño pueden generar a los tejidos y pigmentos en objetos antiguos. Generalmente se permite fotografiar sin flash, pero aún así muchos visitantes no respetan ni comprenden el motivo de esta regla. En el corto tiempo no se ven los resultados, pero con el paso de los años y gracias a sistemas de escaneo especializados, se puede observar la degradación que causa ese tipo de luces.

 La extensa mayoría de los museos reconoce la importancia de una cultura de seguridad. Sin embargo, a la hora de brindar información al respecto flota un sincretismo lógico, donde cada espacio se muestra reservado con respecto a las políticas de confidencialidad para/con su establecimiento. Especialmente aquellos que tienen obras maestras mundialmente reconocidas dentro, y reciben miles de visitantes cada mes.

 Algunos espacios tienen las normas por escrito y explicitan reglas como: "No se puede ingerir alimentos ni bebidas en salas, depósitos y lugares de acceso al Museo" (los restos de alimentación atraen agentes biológicos que causan deterioro en los objetos); "No ingresar objetos mojados o húmedos como impermeables y paraguas a las zonas donde se encuentran las piezas de colección".
Hay ciertas normas de sentido común como "No portar objetos innecesarios durante el recorrido del Museo". Otras, tienen que ver con la Protección de datos y el Consentimiento de imagen, o con fines de lucro como que no se puedan realizar filmaciones o tomar fotografías de la actividad o la institución sin recibir previamente autorización (escrita) de la Dirección del Museo. Normalmente, el personal de Prensa posee licencias especiales para saltearse estas normas.
Y algunos incluso apelan a la observación del visitante pidiendo: " Si en la colección se observan deterioros informar a la Dirección y al Área de Conservación" (si se detecta a tiempo la presencia de plagas, manchas extrañas, polvillo, agujeros en objetos o larvas de insectos se puede recuperar una antigüedad con éxito).

 Da la sensación que la regla que prohibe tomar fotografías en los museos es una de las menos respetadas en el mundo. En cuanto a los días de inauguraciones de exposiciones el personal habitual de grandes museos y salas se refuerza, siendo la distribución habitual por lo menos: un guardia de seguridad en la entrada, y guarda salas en cada uno de los pisos/salas. Además es común ver a las autoridades del museo presentes, junto con empleados del museo para recibir a la gente. También se ha observado en ocasiones una persona encargada de organizar grupos reducidos para que suban y bajen por los ascensores, si los hubiera, y resolver dudas. Si hay taquillas, en esas fechas el personal también se refuerza.

 En el siglo XX el concepto de museo cambió radicalmente en el mundo. A veces, el espacio en el que se exhiben las colecciones no fue diseñado especialmente para albergar un museo. Es común ver antiguos palacios o grandes casas de familia reconvertidos en museos. Esta práctica entraña dificultades al tener que adaptar un espacio que estaba destinado para ser una vivienda para que pueda funcionar como institución museística. En ocasiones, estos edificios se crean en razón de su contenido y no de su dimensión social. En el proceso de evolución, aún en curso, lo que sigue intacto en los museos clásicos son las finalidades principales almacenar, presentar y aumentar sus colecciones.

 Del lado del visitante, no se debe perder de vista nunca el derecho a contemplar, interactuar o estar en contacto con obras de arte, material bibliográfico y audiovisual. Lógicamente, siempre que se tomen las medidas adecuadas para resguardar el patrimonio exhibido. 

 Como conclusión, la causa más citada de la dificultad de actualización y mantenimiento constante es el déficit de presupuesto. A pesar de que a nivel global existan asociaciones internacionales, que dediquen parte de sus investigaciones a la mejora del cuidado de obras de arte, el personal interno realice esfuerzos por velar por la seguridad en todo momento, y el público sea constantemente educado, la situación en algunos países dista de ser la ideal. Por ejemplo, el complejo entramado económico de la Argentina lleva a los gobiernos de los cuales dependan las instituciones investigadas a tener que realizar recortes presupuestarios, en detrimento de la óptima exhibición del patrimonio. Al no poder contar con subsidios suficientes y específicos para cubrir las necesidades edilicias, actúan de forma improvisada con los recursos disponibles. Esta conducta puede considerarse de riesgo, ya que en cualquier momento puede ocasionarse un infortunio que dañe el capital artístico de una ciudad, a veces para siempre. 

 Cuando ediliciamente pareciera que hay límites de lo que se puede hacer, los esfuerzos se pueden volcar a la capacitación del personal del espacio. Solamente un instructivo escrito con normas sobre cómo manejarse en el espacio no es suficiente para crear una conciencia profunda sobre seguridad. Los talleres, prácticas, seminarios y congresos donde expertos compartan sus conocimientos pueden ser una buena opción; mirar lo que están haciendo los museos de punta es siempre un horizonte deseable, teniendo suficiente apertura para entender que el público es muy heterogéneo, y no se puede depositar la responsabilidad en el visitante de forma exclusiva.




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