Arma y espejo (¿Es válido el arte político conservador?)

 ¿Cómo luce la obra de un pintor costumbrista defensor del conservadurismo republicano? Como la de Jon McNaughton, el pintor estadounidense conservador conocido por retratos ideológicos y escenas simbólicas protagonizadas por Donald Trump.


 Si bien Chas Fagan fue quien pintó el primer retrato al óleo oficial de Trump en 2016, McNaughton ha estado muy presente en los últimos años con su pintura de caballete, realismo costumbrista y figurativo donde plasma con orgullo su enfoque político. Ha realizado múltiples retratos simbólicos a favor de Trump, reconociéndose muy conservador.

Sus obras son virales entre comunidades pro-Trump y han sido vendidas como posters, tazas, y demás merchandising. La recepción crítica ha sido variada (muchos le ven como el “pintor no oficial del trumpismo”), considerado por algunos propaganda visual, hay admiradores satisfechos pero también críticos muy severos.

 McNaughton no solo representa visualmente la ideología MAGA, sino que también ha dicho expresamente que apoya a Donald Trump como figura central en su arte político. Sus declaraciones apoyan esa postura: desde su autoidentificación pública como artista MAGA hasta frases directas sobre Trump  como un "salvador" protector de la Constitución y la bandera norteamericana.


 La pregunta de la que debemos partir para establecer una posible postura es: ¿es válido el arte político conservador? El arte ha sido una herramienta de expresión política desde siempre. Toda ideología —izquierda, derecha, centro, incluso extremismos en ambos bandos— ha usado el arte como medio de expresión y persuasión.

Por lo tanto podríamos generalizar que en términos formales y éticos, el arte político es válido desde cualquier punto ideológico, tanto progresista como conservador. Jon McNaughton tiene derecho a expresar su cosmovisión, por muy conservadora o pro‑Trump que sea. Un arte no es “malo” per se por representar un modo de ver el alrededor. El planteo sobre la peligrosidad de defender una figura controversial en obras pictóricas con cierta llegada al público (McNaughton es una figura popular dentro de Estados Unidos) adviene cuando se glorifica a líderes autoritarios o ideas peligrosas.

 En la Crítica de arte, y cualquier investigación en general, se busca siempre elaborar enunciados que tiendan a lo tentativo, objetivo o moderado. Se suele preferir aportar datos y detalles concretos (en el caso de las críticas, descripciones, articulaciones de ideas mediante párrafos consistentes y cohesivos) por sobre opiniones meramente personales.

Aquí es donde entra la parte delicada. El arte sí puede ser problemático cuando desinforma o manipula emociones a través de imágenes simplistas (la imaginería preferida por los extremismos). Si humaniza lo inhumano o glorifica políticas dañinas (en Donald Trump es explícito su racismo, autoritarismo, y negacionismo).

 Si se presenta como “neutro”, cuando en realidad está transmitiendo ideología con consecuencias reales. En este caso, visible en las urnas. Sabemos que Trump aumentó en casi 3,1 millones sus votos populares entre 2020 y 2024, una victoria que captó estados clave, revirtiendo la anterior elección de 2020.


 El problema de “santificar” a Trump y ponerlo como un mártir o héroe mesiánico, es que se obvia que esta figura pública: ha sido condenado por abuso sexual civil; ha incitado la insurrección del 6 de enero al Capitolio de Estados Unidos en Washington, D.C.; ha desinformado masivamente durante la pandemia; de modo habitual y a día de hoy, continúa atacando a minorías, mujeres, periodistas, y migrantes dentro y fuera del territorio estadounidense.

Por todo esto, defender la libertad artística de McNaughton, pero critico su contenido ideológico. Me parece irresponsable pintar a un líder con comportamientos autoritarios como si fuera un santo o un mártir.

El arte también puede ser arma, no solo espejo.



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